Ese viernes de octubre parecía no prometer mucho, no paraba de llover, las ganas de salir a oxigenar la mente y encontrar sonidos diferentes al bullicio enfermizo de la ciudad, nos llevaron a terminar en uno de los lugares más multiculturales que se pueden encontrar en Medellín, el Hostal Casa Kiwi.
A eso de las 9:00 pm Byron Sánchez, un veterano y reconocido músico de la ciudad, afinaba su guitarra Epiphone Sheraton para tocar con la banda Blues Boys en un recital que duraría poco más de dos horas, la agrupación fue ubicada en una sala pequeña del hostal que hacía las veces de escenario, bar y billar. Mientras terminaban de ajustar aspectos técnicos del montaje, sonaba la canción Split, de una agrupación uderground rusa llamada Tesla Boy, fue extraño escucharlos y ver que algunos de los asistentes cantaban el tema, pues la banda no es muy comercial y además es poco reconocida en Colombia.
El ambiente semi oscuro del lugar le daba un toque particular que parecía ofrecer una atmósfera acorde al concierto que se iba a realizar, las luces eran tenues y una mesa de billar pool al fondo de la sala era iluminada por una pequeña lámpara que funcionaba con una bombilla corriente. Al sitio ya habían llegado varias personas, la mayoría parecían ser extranjeros, cabellos rubios, mujeres altas y delgadas, ojos azules y piel blanca, eran las señales que permitían distinguir a extranjeros de locales, pues el sitio comenzaba a llenarse de gente que venía a disfrutar del show.
Seis mesas redondas fueron distribuidas a lo largo del pequeño espacio donde iba a tocar la banda de Blues, algunos consumían cerveza, otros tomaban licor nacional y otros simplemente disfrutaban de una conversación entre amigos. Llegando las 9:30 pm, Pablo Alzate, un joven desarreglado, con su estilo rock n’ roll a flor de piel, se cuelga una Gibson acústica e invita a sus músicos al escenario mientras rasga los primeros acordes de su guitarra. El baterista hace un conteo básico de cuatro cuartos y la banda suena la primer canción de la noche Stopping my babe, el público se enciende, comienzan a escucharse los aplausos y ovaciones de quienes asistieron a esta muestra musical.
La agrupación compuesta por cuatro músicos virtuosos de la ciudad llegó con un performance y una propuesta que enganchó al público desde el principio, las personas que disfrutaban de unas copas en el segundo nivel del hostal se bajaron hasta el lobby para poder apreciar la descarga musical de los “Chicos del blues”. El barman llenaba hasta el tope unos vasos largos de cerveza que en la superficie dejaban ver la espuma que produce el tan apreciado lúpulo, Pablo Alzate cantaba a todo pulmón un tema de los Rolling Stones en una versión blues hecha por ellos mismos y esa noche de lluvia parecía convertirse en una atípica fiesta que congregaba gente de varias naciones alrededor del blues.
El lugar seguía recibiendo asistentes que trataban de encontrar la mejor ubicación para tener una buena apreciación de la banda, unos se acomodaban en el suelo y otros en unos muebles situados al lado de la recepción del hostal. Se acercaba la media noche y los estados de ánimo, tanto de los músicos como del público, estaban arriba. Fue tanta la emoción del guitarrista, que reventó dos cuerdas de su instrumento mientras hacía el solo de una canción en la que improvisaron durante varios minutos, las risas y el intercambio de tragos hacía que el ambiente fuera agradable y se prestara para que la banda interactuara con sus seguidores.
Las mesas, donde al principio de la noche sólo se veían extranjeros sentados, ahora servían para que los colombianos que llegaban a visitar el hostal pudieran intercambiar ideas y aspectos culturales con viajeros de otros países que se alojaban allí. Casa Kiwi abre este espacio solamente los días viernes para que se propicien relaciones entre locales y extranjeros que quieren conocer más sobre la cultura colombiana.
Luego de muchas rondas de cervezas y más de veinte canciones de blues, la banda se despide y toca su último tema, las copas se alzan y los aplausos vuelven a subir los ánimos de los asistentes. Muchos quedaron con ganas de más música pero el cansancio ya se hacía visible en la cara de Marcos Cañola, el bajista del grupo, quien dijo en tono irónico “la última y me voy“, como si quisiera persuadir al resto de sus compañeros para que desconectaran los instrumentos y se fueran a descansar. Dos hombres veteranos que parecían estar altamente alicorados gritaron con fuerza “¡otra! ¡otra! ¡otra!” mientras animaban la gente para que la banda se quedara tocando otro tema más, David Colorado “Candelo” hizo un redoble en su batería y finalizó el concierto con el estallido de sus platillos, las guitarras distorsionadas y el bajo sosteniendo un acorde con el que cerraron aquella presentación impecable de los Boys Blues Band, el grupo que hizo que magia con sus instrumentos y que logró que muchos fueran a verlos tocar ese viernes a pesar de la lluvia.
Por: David Suárez